Cropley,
autor del texto referenciado, cita la tradicionalmente aceptada teoría de que la creatividad se desarrolla por
medio de fases, las cuales producen resultados y productos no solo visibles,
sino también medibles, sobre los que inciden la motivación del estudiante, su
personalidad y emociones. Todo ello mediado por el contexto en el cual se desarrollan
las fases, y asignando un particular énfasis a los inter relacionamientos con
las personas significativas para cada estudiante, así como lo considerado permitido,
conveniente o valioso por la sociedad.
De
gran ayuda para el desarrollo de la creatividad del estudiante es su meta conocimiento
sobre las diversas formas a través de las cuales aprende y las más apropiadas
según la rama del conocimiento a la que se apliquen. En mi experiencia docente,
puedo dar testimonio de lo devastador que puede ser para un estudiante no tener
idea del por qué ha obtenido ciertos resultados decepcionantes. Así como la
satisfacción expresada cuando por ejemplo dicen: “Yo sabía que me había ido
bien. Es que…” y proceden a describir la forma en que se prepararon para la
prueba.
Todo
lo anterior significa que a través de la docencia, podemos incidir en el
desarrollo de dichas fases, propiciando la divergencia a través de dinámicas de
resolución de problemas, trabajo en equipo (redes), y uso del pensamiento
lateral, en un marco de tolerancia para la discrepancia y aprecio por lo
novedoso. Con un nuevo abordaje pedagógico que se aleje de actividades orientadas
a la memorización, repetición, y destrezas para encontrar la respuesta más
acertada o aplicación lógica de lo conocido. Por ejemplo, utilizando estudios
de caso que obligan a fomentar y fortalecer el análisis profundo y colaborativo, versus el
superficial. Creando situaciones que requieran de una multiplicidad de
criterios, la auto regulación, el diseño de un camino propio para el abordaje y
resolución de problemas, a la par de la revisión de lo conocido.
El
fomento de la creatividad requiere de cambios en la comprensión de sí, la
revisión de nuestro sistema de creencias
y formas de vivir, para transformar
profundamente la perspectiva con la cual abordamos problemas y lidiamos con la
incertidumbre, espacio privilegiado para fortalecer el pensamiento creativo. Un
ejercicio interesante que a menudo he utilizado para contribuir al
autoconocimiento de mis estudiantes es el de pedirles una representación de quienes
son, al principio del curso, y otra al final del mismo, en la que analicen los
cambios experimentados.
La
función docente para el estímulo de la innovación no es una tarea fácil. Algunos
obstáculos a superar tienen que ver con la tendencia humana a definir los
límites de lo aceptado como creatividad, según la propia experiencia. Ello
significa que los y las docentes, vamos a reconocer como valioso, lo nuevo que
personalmente valoramos. Visto el alto grado de subjetividad que eso conlleva,
es necesario profundizar en el conocimiento que tenemos y divulgarlo para evitar
arbitrariedades o confusiones de aspectos, con rasgos similares a los deseables
en personas y acciones creativas, pero que por más que nos sorprendan están
lejos de ser efectivos en su aporte a la mejora de nuestra calidad de vida.
Un
ejemplo tiene que ver con la confusión de la rebeldía con la creatividad, tanto
desde el punto de vista de algunos docentes, que se sienten amenazados por los
cuestionamientos de sus estudiantes, y desestiman su potencial innovador, como
por parte de quienes asisten a los centros educativos criticando y rechazando
todo lo existente, para dejarse ir en una tramposa inconformidad que no aporta
soluciones a los problemas percibidos. También es importante diferenciar la
adaptabilidad de la creatividad, pues la primera representará siempre una
respuesta reactiva a lo dado, mientras la segunda un rompimiento proactivo que
entiende, pero trasciende lo anterior.
Finalmente,
otro aspecto pivotal en el fomento a la creatividad, tiene que ver con el clima
emocional que pueda crearse en el proceso educativo. Según recoge Cropley, expertos
como Maslow en 1973 y luego Helson en 1999, entre otros, lograron establecer la
relación entre la creatividad y la salud mental y emocional de las personas. Al
respecto, la labor docente no se limita a los aspectos cognitivos, los
socio-afectivos son de igual importancia. Particular atención, por ejemplo,
debe darse a reforzar positivamente los
aciertos y brindar un marco seguro y respetuoso para analizar los errores, con
el fin de evitar repetirlos.
Cada
estudiante debe sentirse reconocido, y apreciado, para que fluya su motivación,
llave de la creatividad. De ahí la importancia de la individualización del
estudiante en el aula, y más aún cuando la docencia se da mediada por espacios
virtuales. Por ejemplo, en este curso, ha sido de gran importancia generar un
ambiente de calidez y cercanía entre colegas para vencer la distancia y
frialdad de la pantalla de la computadora.
Referencia:
Cropley,
A. (2001) Creativity in Education
& Learning. England: Routledge. p. 4-162